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jueves, 19 de junio de 2014

Tratamientos para la Migraña

Tratamientos 

Aunque todas las migrañas están asociadas con el dolor, difieren en su severidad y su frecuencia. Por ello es necesario crear un tratamiento a medida que atienda las necesidades individuales de cada enfermo. La medicación intensa es empleada para tratar cefaleas determinadas y deben usarse rápidamente en la fase inicial. En ocasiones también son efectivas para la reducción de otros síntomas del ataque, como las náuseas, los vómitos o la sensibilidad al ruido o la luz. Las terapias preventivas son empleadas de forma diaria para prevenir los ataques o reducir su frecuencia y severidad.


Dentro de estas terapias se encuentran las farmacológicas y las no farmacológicas, como las terapias físicas y de comportamiento. Por último, los medicamentos de rescate se aplican cuando la medicación intensa falla. Generalmente pueden administrase en casa, aunque algunas terapias más agresivas que requieren inyecciones intramusculares o intravenosas se dan en el consultorio médico o en el servicio de urgencias. Este tratamiento puede causar somnolencia, lo que resulta adecuado para aliviar el dolor, aunque algunos pacientes se quejan porque les impide continuar con sus actividades cotidianas. Existen cuatro agentes diferentes para el tratamiento individual de las migrañas:
·         Analgésicos.
·         Antieméticos.
·         Ergotamina.
·         Triptanes. Algunos tratamientos combinan varios agentes, pero su abuso puede agudizar el problema en lugar de aliviarlo. Existen además varias terapias no farmacológicas que están siendo utilizadas con éxito en el abordaje o prevención de las cefaleas:
·         La terapia de retroalimentación eléctrica monitoriza las sensaciones del cuerpo, desde la temperatura hasta la tensión muscular. Conocida esta información, el paciente intenta mejorar el control sobre la tensión muscular y la temperatura con el fin de eliminar los síntomas asociados a las cefaleas y reducir la frecuencia y severidad de los ataques.

·         Terapia cognitiva: consiste en aprender a controlar los pensamientos y reducir los de naturaleza negativa. Esto permite que el enfermo controle el estrés y las situaciones en la que es probable que se desencadene un ataque.

miércoles, 30 de abril de 2014

Diabetes Mellitus como paradigma

Enfermedad, ¿naturaleza o cultura?

La mirada nosológica proyectada al campo del cuidado de la salud ha permitido un impresionante desarrollo de la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y la rehabilitación de las enfermedades en beneficio de millones de personas. No obstante, las limitaciones de tal aproximación se hacen ostensibles cuando nos acercamos más al ámbito de lo cultural: a los usos y costumbres, a los hábitos, tradiciones y creencias de las personas, a sus condiciones y circunstancias de vida.

Es aquí donde la visión centrada en la enfermedad resulta insuficiente y, con frecuencia, un obstáculo para profundizar en otras facetas de la problemática que desafía a los servicios de salud.
En multitud de enfermedades crónicas, y en particular la diabetes mellitus tipo 2, lo cultural suele tener una influencia decisiva en su devenir, como lo podrían atestiguar a diario los integrantes del equipo de salud en su ejercicio profesional; empero, el predominio del enfoque nosológico como la aproximación casi exclusiva del médico en la atención de pacientes, obstaculiza o impide tomar conciencia de todo lo que ocurre fuera de dicho enfoque.
Tal situación amerita replantearnos algo que se da por sentado y se considera de sobra conocido: ¿qué son las enfermedades crónico-degenerativas?
Para responder a esta interrogante confrontaré dos concepciones. Una, de aceptación general, las piensa como desviaciones del sendero de la salud; la otra, inusitada en la práctica médica, las considera “formas de ser particulares y diferenciadas” de los seres humanos.
Como desviaciones del sendero de la salud, las enfermedades crónicas constituyen propiamente objetos susceptibles de intervenciones directas o indirectas con propósitos predeterminados: prevención primaria, detección oportuna, limitación del daño, rehabilitación. Es decir, los conceptos salud-enfermedad permiten el despliegue de acciones técnicas e instrumentales, de variable complejidad, con potencialidad creciente para evitar o retardar la aparición de cierta enfermedad, detener o “silenciar” su evolución, y restituir las funciones disminuidas o perdidas.
En todas estas acciones se trata de devolver esa desviación, lo más que sea posible, al patrón de referencia que llamamos salud. Si, por otra parte, consideramos a las enfermedades crónicas como “formas de ser”10 particulares y diferenciadas de ciertos grupos de personas, debemos ir más allá del ámbito de lo técnico de la enfermedad y de la salud para incursionar en el padecer, en la esfera psicosocial, en las tradiciones, en las formas de vivir, en una palabra, en lo cultural. Bajo esta perspectiva, lo que caracteriza a estas formas de ser (las enfermedades crónicas) respecto a otras que no consideramos enfermedades, son los malestares, los sufrimientos, los inconvenientes y las limitaciones de quienes las padecen.

Pasaré ahora a analizar con cierto detalle las implicaciones de estas dos ideas divergentes —aunque no excluyentes— en cuanto a las enfermedades crónicas, que expresadas de manera sucinta corresponden en un caso a la forma objetivada de ciertos tipos de desviación de la salud y en el otro, a la forma de ser específica de ciertos grupos de personas.