miércoles, 30 de abril de 2014

Diabetes Mellitus como paradigma

Enfermedad, ¿naturaleza o cultura?

La mirada nosológica proyectada al campo del cuidado de la salud ha permitido un impresionante desarrollo de la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y la rehabilitación de las enfermedades en beneficio de millones de personas. No obstante, las limitaciones de tal aproximación se hacen ostensibles cuando nos acercamos más al ámbito de lo cultural: a los usos y costumbres, a los hábitos, tradiciones y creencias de las personas, a sus condiciones y circunstancias de vida.

Es aquí donde la visión centrada en la enfermedad resulta insuficiente y, con frecuencia, un obstáculo para profundizar en otras facetas de la problemática que desafía a los servicios de salud.
En multitud de enfermedades crónicas, y en particular la diabetes mellitus tipo 2, lo cultural suele tener una influencia decisiva en su devenir, como lo podrían atestiguar a diario los integrantes del equipo de salud en su ejercicio profesional; empero, el predominio del enfoque nosológico como la aproximación casi exclusiva del médico en la atención de pacientes, obstaculiza o impide tomar conciencia de todo lo que ocurre fuera de dicho enfoque.
Tal situación amerita replantearnos algo que se da por sentado y se considera de sobra conocido: ¿qué son las enfermedades crónico-degenerativas?
Para responder a esta interrogante confrontaré dos concepciones. Una, de aceptación general, las piensa como desviaciones del sendero de la salud; la otra, inusitada en la práctica médica, las considera “formas de ser particulares y diferenciadas” de los seres humanos.
Como desviaciones del sendero de la salud, las enfermedades crónicas constituyen propiamente objetos susceptibles de intervenciones directas o indirectas con propósitos predeterminados: prevención primaria, detección oportuna, limitación del daño, rehabilitación. Es decir, los conceptos salud-enfermedad permiten el despliegue de acciones técnicas e instrumentales, de variable complejidad, con potencialidad creciente para evitar o retardar la aparición de cierta enfermedad, detener o “silenciar” su evolución, y restituir las funciones disminuidas o perdidas.
En todas estas acciones se trata de devolver esa desviación, lo más que sea posible, al patrón de referencia que llamamos salud. Si, por otra parte, consideramos a las enfermedades crónicas como “formas de ser”10 particulares y diferenciadas de ciertos grupos de personas, debemos ir más allá del ámbito de lo técnico de la enfermedad y de la salud para incursionar en el padecer, en la esfera psicosocial, en las tradiciones, en las formas de vivir, en una palabra, en lo cultural. Bajo esta perspectiva, lo que caracteriza a estas formas de ser (las enfermedades crónicas) respecto a otras que no consideramos enfermedades, son los malestares, los sufrimientos, los inconvenientes y las limitaciones de quienes las padecen.

Pasaré ahora a analizar con cierto detalle las implicaciones de estas dos ideas divergentes —aunque no excluyentes— en cuanto a las enfermedades crónicas, que expresadas de manera sucinta corresponden en un caso a la forma objetivada de ciertos tipos de desviación de la salud y en el otro, a la forma de ser específica de ciertos grupos de personas.

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