Principales Síntomas de Artritis
Los síntomas de inicio son fundamentalmente inflamación de una o
más articulaciones (“actividad de la enfermedad”) que consiste en el aumento del
volumen de la articulación (hinchazón) con disminución del movimiento y el
aumento del calor local. Además, se puede presentar rigidez matinal,
el paciente siente entumecimiento e incapacidad para mover una o varias
articulaciones por más de quince minutos al despertarse, y por último, se
pueden presentar síntomas constitucionales como sensación de fatiga,
falta de energía y fuerza, fiebre, cansancio y pérdida de peso sin motivos
aparentes (Anaya et ál., 2009; Ballina & Rodríguez, 2000). Con respecto a
la fatiga, algunos estudios han encontrado relaciones significativas entre esta
variable con la discapacidad, con mayor dolor, con frecuentes trastornos del
sueño, con mayores niveles de depresión y con bajos niveles de autoeficacia
(Pollard, Choy, Gonzalez, Khoshaba & Scott, 2006; Wolfe & Michaud, 2009).
Por esta línea Zautra, Fasman, Parish y Davis (2007) encontraron en un estudio
con pacientes de osteoartritis, artritis reumatoide y fibromialgia que la
fatiga se correlacionó con un menor efecto positivo y el dolor diario se asoció
con un aumento de la fatiga. Concluyendo en este estudio que la fatiga es una
característica común de las enfermedades reumáticas. La fatiga además se
encuentra presente en los pacientes con enfermedades reumáticas entre un 50% y
un 80% (Pelechano, 2008).
En cuanto a la evolución de la AR puede ser muy variable, desde
sólo un proceso oligoarticular (pocas articulaciones) de breve duración y con
lesiones articulares mínimas hasta una poliartritis (múltiples articulaciones)
progresiva que evolucionan hasta deformar de manera importante las
articulaciones. La mayoría de los pacientes presentan una evolución intermedia
entre estos dos extremos. La progresión de la enfermedad va produciendo una
degeneración de los cartílagos y un debilitamiento en los tendones, lo cual
produce fuertes dolores y una reducción progresiva de la movilidad (Anaya,
1999). La incapacidad creada por la artritis se incrementa por lo general en
los primeros años del diagnóstico, para posteriormente volverse más lenta al
final de la vida del paciente; es posible que después de treinta años de
persistencia se acelere otra vez con todos sus síntomas (Leight, Frics &
Parkh, 1992).
La AR reduce la vida de las personas que la padecen entre 3 y 13
años frente a las que no la sufren (Ramos, 1999). En la AR se pueden presentar
además manifestaciones extraarticulares como: 1. la anemia (hemoglobina
>12gramos %) debido a la inflamación crónica, la falta de hierro y posibles
hemorragias digestivas; 2. los nódulos que aparecen en áreas de extensión de
las articulaciones, particularmente en codos y en las manos; 3. Problemas
oculares tipo ojo seco, o síndrome de sjögren secundario; 4. vasculitis,
puede manifestarse en la piel con brotes, úlceras y necrosis digital
(disminución de la sangre en los tejidos de los dedos o incluso gangrena); 5. serositis,
inflamación de las membranas que recubren el pulmón (pleura) y corazón
(pericardio) causando dolor, dificultades para respirar, fiebre y tos –en
algunos casos no se presenta manifestación clínica–; y 6. Osteoporosis
con la pérdida de calcio de los huesos que los vuelve frágiles aumentando la
posibilidad de fracturarse aún en pequeños accidentes (Anaya
et ál., 2009).
Por tanto, todo el esfuerzo médico se centra en lograr la
“remisión de la enfermedad”, es decir, en paliar o minimizar el deterioro y
alcanzar la disminución de la inflamación por medio de diferentes fármacos
(Ballina & Rodríguez, 2000). El tratamiento farmacológico se divide en sistémico
que consiste en tomar o inyectarse medicamentos que van a actuar a diferentes
niveles del organismo, disminuyendo de esa forma el compromiso de las
articulaciones, y el local que consiste en medicamentos que se aplican a
nivel de las articulaciones bursas u otras zonas para disminuir la inflamación
local (Anaya & Rojas-Villarraga, 2009).
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