LA DIFÍCIL TAREA DE SER QUIEN SE ES
“Todo aquello que amamos nos lo pueden arrebatar; lo que no
nos pueden quitar es nuestro poder elegir qué actitud asumimos ante esos
acontecimientos”.
Víctor Frankl
El hombre moderno tiene una
imagen sumamente confusa de si mismo. Al
hombre de hoy le resulta más difícil, que en ningún otro periodo de la
historia, adquirir su propia identidad.
En términos de Víctor E. Frankl,
la gran enfermedad de nuestra época es la falta de rumbo, el hastió, y la falta
de sentido y finalidad.
Es frecuente que esta sociedad
contemporánea de masas, que el individuo se sienta despersonalizado, alienado,
distanciado, incomunicado.
Para poder comprender el
extrañamiento del hombre, tendremos que entender aquello de lo que el hombre se
ha extrañado o enajenado; concretamente con naturaleza esencial.
Erich Fromm ha señalado que la
gente de nuestra época ya no vive más sometida a la autoridad de la iglesia o
de las leyes morales, sino a “autoridades anónimas” tales como la opinión
pública. La autoridad es el mismo público, pero esto no es más que un conjunto
de individuos cada uno de los cuales tiene su dispositivo de radar ajustado
para descubrir lo que los otros esperan de él o de ella. Participamos a lo
largo de la vida temerosos de nuestra propia vaciedad colectiva.
El gran peligro de esta situación
es que nos lleva, tarde o temprano, a un penoso estado de ansiedad, cuyos
resultados finales pueden ser la disminución y el empobrecimiento psicológico
de las personas, o bien el sometimiento a algún tipo de autoritarismo
destructivo.
La persona no tiene una imagen
exacta y aceptable de sí misma, pues la ha deformado en su intento de hacerla
más aceptable, y ha terminado por negar algunas facetas propias. Se fabrica así
una imagen irreal, inexacta de sí mismo, o lo que es lo mismo se fabrica una
máscara, de modo que todos los aspectos inaceptables de su yo aparecen como
externos, ajenos a lo que es él es, “lo que no soy”, de esta manera todos estos
aspectos de uno mismo aparecen proyectados.
La persona traza el mapa de su
alma de manera que niega y excluye de la conciencia los aspectos de sí mismo
que no acepta. A estos aspectos no aceptados, algunos le llaman la sombra
.
El crecimiento personal es
redistribución, nuevo trazado de zonas y diseño del mapa; es primero un
reconocimiento, y después un enriquecimiento de niveles cada vez más profundos
y más amplios de lo que uno es. Es remediar la radical escisión entre aspectos
conscientes e inconscientes de la psique, y re unificar la escisión entre el yo
y el cuerpo, uniendo la psique y el soma, de modo tal que la persona se ponga
en contacto con la totalidad de el mismo.
Vivir entre mugas (fronteras) es
vivir entre conflictos; la de miedo, la de la angustia, la del dolor, la de la
soledad y, finalmente, la de la muerte.
Disolver una muga (frontera,
limitación) tiene que venir necesariamente del reconocimiento de una
proyección.
Cuando intento liberarme de
aspectos míos mediante la proyección, no me quedo con un hueco, o un espacio en
blanco en mi personalidad, sino generalmente son un síntoma, un doloroso e
improductivo recordatorio de que estoy ignorando alguna faceta de mí mismo.
Volveremos con más detalle a asuntos inconclusos, sin embargo, es importante
entender que por más incómodos que puedan ser nuestros síntomas, normalmente no
hay por qué rechazarlos, despreciarlos ni evitarlos, ya que contienen la clave
de su propia resolución.
Como primer paso es preciso que
hagamos un lugar a nuestros síntomas, que les demos espacios que hagamos un
lugar a nuestros síntomas, que les demos espacios, y empecemos a escuchar esas
sensaciones incomodas que llamamos síntomas y que hasta ahora hemos
despreciado.
Los síntomas son oportunidades de
desarrollo. El síntoma puede traducirse de nuevo a su forma original y
correcta. “Tengo que…” se convierte
en “elijo que…”; “No puedo…” en “no
quiero”; “Necesito” en “Quiero”.
Continuara....